Todos deberíamos ser feministas
Publicado por Literatura Ranom House en 2015
64 páginas
ISBN 9788439730484
Chimamanda Ngozi Adichie
Sinopsis:
Ser feminista no es solo cosa de mujeres. Chimamanda Ngozi Adichie lo demuestra en este elocuente y perspicaz texto, en el que nos brinda una definición singular de lo que significa ser feminista en el siglo XXI. Con un estilo claro y directo, y sin dejar de lado el humor, esta carismática autora explora el papel de la mujer actual y apunta ideas para hacer de este mundo un lugar más justo.
Mi comentario personal:
Hay gente que pregunta: “¿Por qué usar la palabra “feminista”? ¿Por qué no decir simplemente que crees en los derechos humanos o algo parecido?” Pues porque no sería honesto. Está claro que el feminismo forma parte de los derechos humanos en general, pero elegir usar la expresión genérica “derechos humanos” supone negar el problema específico y particular del género. Es una forma de fingir que no han sido las mujeres quienes se han visto excluidas durante siglos. Es una forma de negar que el problema del género pone a las mujeres en el punto de mira. Que tradicionalmente el problema no era ser humano, sino concretamente ser una humana de sexo femenino. Durante siglos, el mundo dividía a los seres humanos en dos grupos y a continuación procedía a excluir y oprimir a uno de esos grupos. Es justo que la solución al problema reconozca eso.
Leer este pequeño libro fue darme cuenta una vez más de lo sutiles que son las concepciones erróneas que la sociedad tiene sobre el feminismo, de cómo las aceptamos sin cuestionarlas y de que es precisamente la poca crítica que hacemos como sociedad lo que va perpetuando estas actitudes.
Yo era una de las tantas personas que creía que ser "feminista" era algo negativo. Tenía metida en la cabeza que ser feminista era sinónimo de terrorista, que era alguien que odiaba a los hombres y usaba "ropa militar para quemar sostenes en la plaza de la ciudad". Fui una de las que decía "ni machismo ni feminismo" y era por pura y llana ignorancia. Afortunadamente, reconocerme ignorante sobre el tema fue lo que me llevó a leer más, a investigar, a cuestionarme las ideas y actitudes que me habían inculcado desde niña.
También he escuchado el discurso de que "las mujeres de antes lo tenían difícil, ahora todo es más fácil para las niñas" y siempre viene de personas, porque no quiero decir que es una opinión únicamente masculina, que no son conscientes de que la sociedad todavía restringe y menoscaba el rol de la mujer por el simple hecho de ser mujer. Para muchos, la mujer sigue siendo un ser débil que debe encontrar la realización de sí misma sólo en el matrimonio y en las labores del hogar; y si decide entrar al mundo profesional y laboral, su éxito no pude desafiar al del hombre y su desempeño nunca estará al nivel de sus colegas varones, por lo que no puede ganar el mismo sueldo.
[...] en un sentido literal, los hombres gobiernan el mundo. Esto tenía sentido hace mil años. Por entonces, los seres humanos vivían en un mundo en el que el atributo más importante para la supervivencia era la fuerza física; cuanto más fuerza física tenía una persona, más números tenía para ser líder. Y los hombres, por lo general, son más fuertes físicamente. (Por supuesto, hay muchas excepciones). Hoy en día vivimos en un mundo radicalmente distinto. La persona más cualificada para ser líder ya no es la persona con más fuerza física. Es la más inteligente, la que tiene más conocimientos, la más creativa o la más innovadora. Y para estos atributos no hay hormonas. Una mujer puede ser igual de inteligente, innovadora y creativa que un hombre. Hemos evolucionado. En cambio, nuestras ideas sobre el género no han evolucionado mucho.
Recuerdo con vergüenza haber pensado "¿pero cómo pudo ella andar sola por la calle a esa hora?" cuando en las noticias se hablaba de una mujer víctima de violencia física o sexual. Recuerdo también haberme sentido culpable cuando algún hombre en la calle me decía algo haciendo alusión a la ropa que llevaba puesta. "¿Por qué salí con falda?, estos pantalones son muy apretados, no tendría que haberme maquillado". Tenía catorce años y caminaba directo del liceo a tomar el bus para regresar a mi casa cuando un tipo parado borracho en una escalera se me acercó para hacer ese asqueroso "sorbeteo" muy cerca de mi cara. ¿Lo provoqué de alguna manera? Simplemente iba caminando sujetando la mochila para que no me pesara tanto en la espalda y ese tipo pensó que sería entretenido intimidar a una escolar de catorce años que no haría nada más que correr la media cuadra que faltaba para meterse en un negocio cualquiera porque pensó que la estaban siguiendo. No lo provoqué ni lo busqué, pero de todas maneras no lo conté porque sabía que me iban a retar por caminar sola por una calle oscura a las 8 de la noche.
Aun se culpa a las mujeres de la violencia de que son víctimas, algunas mujeres no son conscientes de que la culpa es siempre del atacante
Enseñamos a las chicas a tener vergüenza. “Cierra las piernas”. “Tápate”. Les hacemos sentir que, por el hecho de nacer mujeres, ya son culpables de algo. Y lo que sucede es que las chicas se convierten en mujeres que no pueden decir que experimentan deseo. Que se silencian a sí mismas. Que no pueden decir lo que piensan realmente. Que han convertido el fingimiento en un arte.
Pero ser feminista no es solo un tema de mujeres, porque todos deberíamos ser feministas. Los roles y estereotipos no afectan solo a la mujer, sino también a los hombres y lo que el feminismo busca es precisamente la igualdad de género. Tenemos que entender que lo femenino y lo masculino no es más que una convención social y Chimamanda lo retrata a la perfección al puntualizar que debemos cambiar la forma en que criamos a nuestros hijos e hijas. Mientras que a los niños se les enseña a ser "masculinos", a no demostrar vulnerabilidad y a ocultar lo que realmente son, a las niñas se les enseña desde pequeñas a ser "señoritas" y se las educa para "caer bien". "Les enseñamos a encogerse, a hacerse más pequeñas" para que estén al servicio de hombres con frágiles egos masculinos porque desde niños se les ha enseñado a ser "duros", que deben demostrar su masculinidad por medios materiales.
Una cosa alimenta a la otra y estos círculos viciosos se perpetúan de generación en generación porque no los cuestionamos y cuando alguien intenta hacerlo, creemos que es algo innecesario porque todo lo vemos normal y, en el peor de los casos, lo censuramos y hasta lo ridiculizamos (solo basta leer la cantidad de memes y chistes que ridiculizan el movimiento feminista o "feminazi" como les gusta tanto llamarlo).
Si algo debemos agradecerle al internet es la facilidad y rapidez con que podemos acceder a la información y difundirla. Podemos compartir nuestras experiencias y conocimientos, crear consciencia e intentar romper estos modelos que siguen coartando las oportunidades a las que las mujeres podemos acceder e impiden que podamos desenvolvernos en la sociedad.
El género importa en el mundo entero. Y hoy me gustaría pedir que empecemos a soñar con un plan para un mundo distinto. Un mundo más justo. Un mundo de hombres y mujeres más felices y más honestos consigo mismos. Y esta es la forma de empezar: tenemos que criar a nuestras hijas de otra forma. Y también a nuestros hijos.
Conclusión:
Sé que esto fue más un conjunto de reflexiones sin orden ni concierto que una reseña propiamente tal, pero leer este pequeño y poderoso libro me hizo pensar en muchas cosas y escribir esta entrada fue una manera de poder expresarlos y compartirlos.
Con su estilo directo y sencillo, la autora crea un maravilloso texto introductorio al feminismo y demuestra que el tema de género es universal y que solucionar la desigualdad de género es tarea de todas y todos.
Mira aquí la conferencia de la que se adaptó este ensayo.
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